lunes, 7 de enero de 2013

12 de Agosto de 2009 (miércoles)



EL taxi llega al Hospital Central y del él se bajan Ángel, Miguel y Daniela y por último Yacque. Él camina lo más rápido que puede. Se acerca a la puerta y comenta que su esposa tiene problemas con el embarazo y que necesita una silla de ruedas para trasladarla.

-          Pase y tómela – es la respuesta que le da el portero.

Casi corriendo va y la toma, y con la misma sale. La emergencia del hospital esta aproximadamente a metro y medio sobre el nivel de la carretera. Una rampa de acceso bastante estrecha permite subir a las sillas y camillas. Por ahí subió a Yacque.
Por normas del mismo hospital, solo puede pasar el paciente y un acompañante, por lo que Miguel y Daniela se ven obligados a quedarse en las inmediaciones de la emergencia.



La puerta o acceso de la emergencia del Hospital está a una buena distancia del área de maternidad, por lo que Ángel tiene que caminar un buen trecho y tomar un ascensor para poder ubicar a Yacque frente a la precaria puerta de la citada área.

Llegan, ambos con el corazón en la boca, tocan la puerta, una puerta entamborada de madera, bastante deteriorada que es decorada con el letrero que indica el nombre de la sala “Maternidad” y un cartel escrito a mano que dice “Toque una sola ver y espere a ser atendido”.



Tocan y a los pocos segundos son atendidos. Yacque es ingresada. El le da un beso y con los ojos llenos de angustia intenta decirle que todo saldrá bien. El queda afuera, esperando respuestas. La angustia lo hace caminar intranquilo, hasta que consigue sentarse.

Al poco rato sale Yacque en la misma silla… “Me están pidiendo un ecograma para poder atenderme”. La angustia crece en ambos. Ángel toma la silla, se mueven y piden el ascensor;  esperan, se monta y parten al acceso de Emergencia.

-          Aja Yacque, y donde podemos sacar un ecograma a esta hora.
-          Me dijeron que en la Clínica Zulia o en la Clínica Sucre – responde Yacque con un tono apagado de voz, con su melancolía expuesta.

Ángel sabe que en la Sucre es difícil lo del ecograma. En esa Clínica el área de ecografía que el sepa solo trabaja en horario de oficina, pero la Clínica Zulia le queda muy lejos del área donde el se puede desenvolver con facilidad. Así que, pensando que cerca de su casa las cosas podrían manejarse mejor, decide ir a la Sucre.

Al salir Miguel y Daniela que esperaban impacientes los miran con cara de asombro.

-          Qué pasó… pregunta su hermana.
-          Están pidiendo un ecograma – les responden.
-          Y donde podemos sacar eso – preguntan de nuevo.
-          Nos dijeron que en la Clínica Sucre o en la Clínica Zulia – responde Él.
-          Cerca de tu casa.
-          Cerca de la casa.

A todas estas, Yacque se encuentra callada, angustiada y mortificada por lo que le pasaba a ella y por las posibles consecuencias sobre el bebé.

Rápidamente piden los servicios de una línea de taxis que opera en las afueras del área de emergencia del Hospital Central. Se acomodan y  le informan al chofer que los lleve a la Clínica Sucre, pero con cuidado pues su esposa tiene problemas con el embarazo.

Durante el trayecto, la conversación da vueltas alrededor de lo que han dicho los médicos, y la respuesta inevitablemente va a enfocarse en que los médicos necesitan el ecograma para poder diagnosticar.

-          Antes los médicos palpaban, tocaban, miraban, preguntaban y diagnosticaban. Hoy sin una carrandana de estudios no dicen nada – comenta angustiado el papá de la criatura en camino.

Llegan a al Clínica, se bajan todos y preguntan por el ecografista en emergencia. Por respuesta es la que ya él conocía. Para él, sin embargo, era necesario ir, pues de ahí podrían informarle a donde podía acudir. Necesitaba esa información y necesitaba ubicarse en su casa, para aliviar el ajetreo de ella.

-          “A esta hora ese servicio no funciona” – le informa el médico de guardia.

Por su mente pasó la misma pregunta que se ha hecho desde hace mucho tiempo “Como es posible que en las Clínicas u Hospitales muchos servicios solo trabajen en horario de oficina, si para enfermarse o morirse no hay hora ni fecha en el calendario”.

-          Y donde podemos sacar un ecograma – pregunta uno de los que se apearon con prontitud.
-          En la Muñoz o en la Sagrada Familia, responde el mismo médico.
-          Gracias – y los cuatro salen.

-          Bueno Negra, vamos para la casa, te quedas ahí, y Miguel y yo agarramos un carrito que nos deje en la Muñoz, que está cerca (no tanto como para irse a pie a esas horas y con ese apuro).

Llegan los cuatro a la casa, y todos entran. En medio de la angustia, los cuatro deciden irse en taxi, pues tomar un carrito a esa hora implica mucho riesgo, y por lo que pudieron ver, pocos están en servicio. Así que Ángel tomó su teléfono celular (que de milagro tenia saldo suficiente), y llamó a una línea de taxis cuya sede de operaciones esta cerca de la casa y que sabe que prestan buen servicio (y sobre todo que saben llegar sin problemas).

-          En cinco minutos esta ahí.
-          Gracias caballero – responde, y cierra la llamada.

Al mismo tiempo piensa “Igual, si llamamos a otra línea vamos a tener que esperar”.

Al poco rato llega el taxi, se montan los cuatro y le piden al chofer, que por favor los lleve a la Clínica Muñoz, la que está al frente del Cementerio Corazón de Jesús.

-          Con cuidado, mi esposa tiene problemas con el embarazo.
-          Por respuesta, solo silencio.
-          Cuanto me va a cobrar – pregunta Ángel.
-          Quince BsF - ahora si responde fuerte y claro, piensa Ángel.
-          Ok. Pero antes de arrancar, por favor, espere, a ver si en esa Clínica nos pueden atender.
-          Ok – responde el taxista.

Al llegar, se bajan Miguel y él. Abre la puerta de emergencia y trata de ubicar a alguien que pueda informarle. Le indican que cruce a la derecha y pregunte a “fulano de tal”… Caminando lo más rápido que puede, sabiendo que Yacque está afuera con Daniela y el taxista, en una zona en donde en cualquier momento cualquiera puede hacerles daño.

Consigue al personajillo que dispone de la información.

-          Sí, pero tiene que esperar que llegue el técnico.
-          ¿Cuanto tiempo? – pregunta lógica.
-          Media hora.
-          Ok – responde, considerando que mientras va y viene igual se consume esa media hora.

Sale, se acerca al taxi, informa a las dos pasajeras que se bajen, mientras se le paga al Sr. Conciente de lo complicado de su situación, el taxista se pone a disposición, e informa que va a estar en servicio el resto de la madrugada… Un gracias caballero, es la respuesta al voluntario y ya no tan callado taxista.

Como en toda clínica, primero se paga y luego se atiende. El se dirige a la taquilla. El encargado le estaba cobrando 200 BsF, lo que le pareció caro, pero debido a la hora y a lo complicado de la situación, aceptó. 

Ángel presenta la tarjeta de crédito de Yacque, que estaba cerca de él pues la suya hace tiempo esta “fuera de servicio”. El cajero, el mismo responsable de darle la información y de cobrarle de más, le dice que no tiene punto.

-    No tienes punto, y no puedes hacer nada.
-    No señor, no tenemos punto.
-    Y que es lo que esperan Ustedes, que uno salga con una bolsa de billetes. Por el amor de Dios esto es una Clínica.

Molesto a más no poder, y caminando con premura, le dice a los que esperan que tienen que irse.

-          Pero, que pasó – preguntó uno de los viajantes de la noche.
-          Que en esta vaina no hay punto de venta. Que coño esperan. Que uno traiga una bolsa de billetes – respondió bastante molesto Ángel, mientras tomaba su teléfono para pedir un taxi de nuevo (sabiendo que 200 BsF en efectivo no son nada, pero el no los tenía).

El mismo taxi llegó con prontitud, y en medio de la estadía, algunos de los viajantes preguntó donde podrían hacerle un ecograma a la negrita… Vayan y pregunten en la Clínica los Olivos.

-    Lléveme a la Clínica los Olivos, por favor. Cuanto me va a cobrar.
-    Diez Bolívares.
-    Bueno, pero espéreme, mientras verifico si nos pueden atender.

En el corto trayecto, la tranquilidad externa dio paso a cierto grado de hostilidad por parte de Ángel, quien como siempre, al estar enojad, le daba por soltar sapos y culebras por esa boca.

Llegaron a la Clínica los Olivos, y los dos varones de nuevo se aperaron… Entraron por Emergencia y preguntaron si tenían disponibilidad para atender una ecografía.

-          No señor, a esta hora no.
-          Y donde podemos hacer una ecografía obstétrica a esta hora.
-          Vayan a la Sagrada Familia.
-          Gracias.

Tomando por callejuelas y recovecos, en poco tiempo llegan a la Clínica la Sagrada Familia, y se bajan los mismos dos.

Le informan que si tienen unidad de ecografia y que está disponible.

-          Y tienen punto de venta activo – pregunta él,
-          Sí señor.

Ángel sale casi corriendo y le dice…

-          Negra, aquí sí.


Ambas se bajan, y Yacque ingresa por el acceso de Emergencia. El vigilante de la puerta, seguramente acostumbrado a este tipo de menesteres, ubicó rápidamente una silla de ruedas y ahí sentaron a dama con problemas.

Miguel y Daniela tardaron un poco en ingresar, pues en las adyacencias de la Emergencia de la Clínica había un cajero automático, y para lo que pudiera requerirse se necesitaba efectivo. A pesar de lo solo de la zona, y los riesgos implícitos, ambos se acercaron al cajero y retiraron efectivo. Solo hasta el momento, en puros taxis se habían gastado cerca de  70 BsF, y sin saber que podría venir, se necesitaba prevenir.

Mientras tanto, los dos papás estaban parados frente a la ventanilla de la caja de la Clínica, siendo atendidos por un cajero que parecía estar medio dormido, por lo lento de su proceder. En “justificación” de su somnolencia, ya eran pasadas la  una de la mañana.

Ingresan los dos hermanos de ella, y le entregan la tarjeta de débito de su papá. Por razones no relativas a saldo, esta no pasó. Sin embargo, la tarjeta de Yacque que era del mismo banco que la de su papá sí pasó. Un fuerte suspiro hacia adentro, fue la respuesta de Ángel, por cabeza de quien pasó la posibilidad de que lo único que faltaba era que tuviesen problemas con la conexión del banco.

En ese banco, las tarjetas de crédito y las de debito son procesadas por dependencias diferentes. De ahí posiblemente proviniese el problema del rechazo de una y la aceptación de otra.



Cuando la gente está en situaciones de mucho estrés, el tiempo pareciese que se alargara, así que entre el pase de una tarjeta y  la otra, la emisión de los recibos y la factura, parece que hubiese transcurrido una hora, siendo la realidad que a lo sumo habrán transcurrido cinco minutos.

-          Te puedes apurar… Le dice Yacque al cajero, mientras esperan la confirmación de su tarjeta.
-          Déme un minuto Sra.
-          Negra, ve adelantándote, y yo te llevo el comprobante.

Miguel toma a su hermana, sentada en una silla de ruedas y la lleva hasta la unidad de ecografía, en la que el doctor, ya despierto, esperaba para atenderla.

El recibo sale, y la factura también. Toma el recibo y sale casi corriendo a buscar la dichosa sala. En pasillo de acceso al área de ecografía consigue al médico, a Miguel y a Yacque.

Como puede ella firma el recibo, pues no había nada donde apoyarse y su diligente hermano sale corriendo con el mismo a buscar el comprobante de atención, para que el médico pudiese proceder.

Al poco tiempo llega con la factura. El angustiado papá veía pasar el tiempo en la Sala de Espera. Yacque estaba acostada en la camilla contigua al equipo y el médico ya movía el sensor.

El sensor utilizado en las ecografías pélvicas parece un pene, y el mismo estaba inserto en la vagina de Yacque. El resultado del examen era que no se veía nada irregular, por lo que el médico pregunta si desean que le hagan un ecograma obstétrico.

-          Claro que sí Dr.

Considerando que no se había emitido ningún informe, ambos asumieron que no implicaría un costo adicional.

El médico retira el protector en forma de preservativo del sensor, limpia el mismo y lo coloca en el espacio reservado en el complejo equipo para su almacenamiento. Toma el otro sensor, distribuye gel en la región del vientre de Yacque y comienza con el sensor a esparcir el gel.

Las imágenes de Benjamín comienzan a verse en la pantalla del equipo. Para Ángel que no sabe nada de eso, todo se ve bien. El médico ubica los contornos del bebé y comienza a anotar datos… circunferencia craneal, tanto, fémur, tanto, circunferencia abdominal, tanto, tal cosa, tanto… Pero no termina de decir lo que ambos quieren saber… ritmo cardiaco, tanto.

De repente, en medio de tantos botones e imágenes, de las cuales pudieron ambos identificar la cabecita del bebé, sus piernitas y bracitos, el doctor enfoca con el equipo un área, y una grafica con el sonido más bello que pudiesen escuchar los dos angustiados papás. Este inunda la sala de ecografía…

-          Tum, tum, tum, tum, tum… muy rápido - Primera vez que ambos escuchaban su corazoncito.
-          Ritmo cardiaco 160… Todo parece normal, incluso, el conducto vaginal esta cerrado y no se aprecian desprendimientos – dice el médico….

-          Vístase señora y espérenme afuera, mientras proceso el informe.

Ella se baja de la camilla con ayuda de él, quien la asiste en colocarse sus sandalias. Se dirige al pequeño baño ubicado en la sala de ecografía, se viste y salen caminando, pausadamente, y con el sonido del corazoncito de Benjamin en mente, ligeramente menos preocupados…

-          Está vivo, esta vivo - piensa él.

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