EL taxi llega al Hospital Central y del él se bajan
Ángel, Miguel y Daniela y por último Yacque. Él camina lo más rápido que puede.
Se acerca a la puerta y comenta que su esposa tiene problemas con el embarazo y
que necesita una silla de ruedas para trasladarla.
-
Pase y tómela – es la respuesta que le da el portero.
Casi corriendo va y la toma, y con la misma sale. La
emergencia del hospital esta aproximadamente a metro y medio sobre el nivel de
la carretera. Una rampa de acceso bastante estrecha permite subir a las sillas
y camillas. Por ahí subió a Yacque.
Por normas del mismo hospital, solo puede pasar el
paciente y un acompañante, por lo que Miguel y Daniela se ven obligados a
quedarse en las inmediaciones de la emergencia.
La puerta o acceso de la emergencia del Hospital está
a una buena distancia del área de maternidad, por lo que Ángel tiene que
caminar un buen trecho y tomar un ascensor para poder ubicar a Yacque frente a
la precaria puerta de la citada área.
Llegan, ambos con el corazón en la boca, tocan la
puerta, una puerta entamborada de madera, bastante deteriorada que es decorada
con el letrero que indica el nombre de la sala “Maternidad” y un cartel escrito
a mano que dice “Toque una sola ver y espere a ser atendido”.
Tocan y a los pocos segundos son atendidos. Yacque es
ingresada. El le da un beso y con los ojos llenos de angustia intenta decirle
que todo saldrá bien. El queda afuera, esperando respuestas. La angustia lo
hace caminar intranquilo, hasta que consigue sentarse.
Al poco rato sale Yacque en la misma silla… “Me están
pidiendo un ecograma para poder atenderme”. La angustia crece en ambos. Ángel toma
la silla, se mueven y piden el ascensor;
esperan, se monta y parten al acceso de Emergencia.
-
Aja Yacque, y donde podemos sacar un ecograma a esta hora.
-
Me dijeron que en la Clínica Zulia
o en la Clínica Sucre
– responde Yacque con un tono apagado de voz, con su melancolía expuesta.
Ángel sabe que en la Sucre es difícil lo del ecograma. En esa Clínica
el área de ecografía que el sepa solo trabaja en horario de oficina, pero la Clínica Zulia le
queda muy lejos del área donde el se puede desenvolver con facilidad. Así que,
pensando que cerca de su casa las cosas podrían manejarse mejor, decide ir a la Sucre.
Al salir Miguel y Daniela que esperaban impacientes los
miran con cara de asombro.
-
Qué pasó… pregunta su hermana.
-
Están pidiendo un ecograma – les responden.
-
Y donde podemos sacar eso – preguntan de nuevo.
-
Nos dijeron que en la
Clínica Sucre o en la Clínica Zulia –
responde Él.
-
Cerca de tu casa.
-
Cerca de la casa.
A todas estas, Yacque se encuentra callada, angustiada
y mortificada por lo que le pasaba a ella y por las posibles consecuencias
sobre el bebé.
Rápidamente piden los servicios de una línea de taxis
que opera en las afueras del área de emergencia del Hospital Central. Se acomodan
y le informan al chofer que los lleve a la Clínica Sucre , pero
con cuidado pues su esposa tiene problemas con el embarazo.
Durante el trayecto, la conversación da vueltas
alrededor de lo que han dicho los médicos, y la respuesta inevitablemente va a
enfocarse en que los médicos necesitan el ecograma para poder diagnosticar.
-
Antes los médicos palpaban, tocaban, miraban, preguntaban y
diagnosticaban. Hoy sin una carrandana de estudios no dicen nada – comenta angustiado
el papá de la criatura en camino.
Llegan a al Clínica, se bajan todos y preguntan por el
ecografista en emergencia. Por respuesta es la que ya él conocía. Para él, sin
embargo, era necesario ir, pues de ahí podrían informarle a donde podía acudir.
Necesitaba esa información y necesitaba ubicarse en su casa, para aliviar el
ajetreo de ella.
-
“A esta hora ese servicio no funciona” – le informa el médico de guardia.
Por su mente pasó la misma pregunta que se ha hecho
desde hace mucho tiempo “Como es posible que en las Clínicas u Hospitales
muchos servicios solo trabajen en horario de oficina, si para enfermarse o
morirse no hay hora ni fecha en el calendario”.
-
Y donde podemos sacar un ecograma – pregunta uno de los que se apearon
con prontitud.
-
En la Muñoz
o en la Sagrada Familia ,
responde el mismo médico.
-
Gracias – y los cuatro salen.
-
Bueno Negra, vamos para la casa, te quedas ahí, y Miguel y yo agarramos
un carrito que nos deje en la
Muñoz , que está cerca (no tanto como para irse a pie a esas
horas y con ese apuro).
Llegan los cuatro a la casa, y todos entran. En medio
de la angustia, los cuatro deciden irse en taxi, pues tomar un carrito a esa
hora implica mucho riesgo, y por lo que pudieron ver, pocos están en servicio.
Así que Ángel tomó su teléfono celular (que de milagro tenia saldo suficiente),
y llamó a una línea de taxis cuya sede de operaciones esta cerca de la casa y
que sabe que prestan buen servicio (y sobre todo que saben llegar sin
problemas).
-
En cinco minutos esta ahí.
-
Gracias caballero – responde, y cierra la llamada.
Al mismo tiempo piensa “Igual, si llamamos a otra
línea vamos a tener que esperar”.
Al poco rato llega el taxi, se montan los cuatro y le
piden al chofer, que por favor los lleve a la Clínica Muñoz , la
que está al frente del Cementerio Corazón de Jesús.
-
Con cuidado, mi esposa tiene problemas con el embarazo.
-
Por respuesta, solo silencio.
-
Cuanto me va a cobrar – pregunta Ángel.
-
Quince BsF - ahora si responde fuerte y claro, piensa Ángel.
-
Ok. Pero antes de arrancar, por favor, espere, a ver si en esa Clínica
nos pueden atender.
-
Ok – responde el taxista.
Al llegar, se bajan Miguel y él. Abre la puerta de
emergencia y trata de ubicar a alguien que pueda informarle. Le indican que
cruce a la derecha y pregunte a “fulano de tal”… Caminando lo más rápido que
puede, sabiendo que Yacque está afuera con Daniela y el taxista, en una zona en
donde en cualquier momento cualquiera puede hacerles daño.
Consigue al personajillo que dispone de la
información.
-
Sí, pero tiene que esperar que llegue el técnico.
-
¿Cuanto tiempo? – pregunta lógica.
-
Media hora.
-
Ok – responde, considerando que mientras va y viene igual se consume esa
media hora.
Sale, se acerca al taxi, informa a las dos pasajeras
que se bajen, mientras se le paga al Sr. Conciente de lo complicado de su
situación, el taxista se pone a disposición, e informa que va a estar en
servicio el resto de la madrugada… Un gracias caballero, es la respuesta al
voluntario y ya no tan callado taxista.
Como en toda clínica, primero se paga y luego se
atiende. El se
dirige a la taquilla. El encargado le estaba
cobrando 200 BsF, lo que le pareció caro, pero debido a la hora y a lo complicado de la situación,
aceptó.
Ángel presenta la tarjeta de crédito de Yacque, que
estaba cerca de él pues la suya hace tiempo esta “fuera de servicio”. El
cajero, el mismo responsable de darle la información y de cobrarle de más, le
dice que no tiene punto.
- No tienes punto, y no puedes hacer nada.
- No señor, no tenemos punto.
- Y que es lo que esperan Ustedes, que uno
salga con una bolsa de billetes. Por el amor de Dios esto es una Clínica.
Molesto a más no poder, y caminando con premura, le
dice a los que esperan que tienen que irse.
-
Pero, que pasó – preguntó uno de los viajantes de la noche.
-
Que en esta vaina no hay punto de venta. Que coño esperan. Que uno
traiga una bolsa de billetes – respondió bastante molesto Ángel, mientras tomaba
su teléfono para pedir un taxi de nuevo (sabiendo que 200 BsF en efectivo no
son nada, pero el no los tenía).
El mismo taxi llegó con prontitud, y en medio de la
estadía, algunos de los viajantes preguntó donde podrían hacerle un ecograma a
la negrita… Vayan y pregunten en la
Clínica los Olivos.
- Lléveme a la Clínica los Olivos, por
favor. Cuanto me va a cobrar.
- Diez Bolívares.
- Bueno, pero espéreme, mientras verifico si
nos pueden atender.
En el corto trayecto, la tranquilidad externa dio paso
a cierto grado de hostilidad por parte de Ángel, quien como siempre, al estar
enojad, le daba por soltar sapos y culebras por esa boca.
Llegaron a la Clínica los Olivos, y los dos varones de nuevo se
aperaron… Entraron por Emergencia y preguntaron si tenían disponibilidad para
atender una ecografía.
-
No señor, a esta hora no.
-
Y donde podemos hacer una ecografía obstétrica a esta hora.
-
Vayan a la Sagrada Familia.
-
Gracias.
Tomando por callejuelas y recovecos, en poco tiempo
llegan a la Clínica
la Sagrada Familia, y se bajan los mismos dos.
Le informan que si tienen unidad de ecografia y que
está disponible.
-
Y tienen punto de venta activo – pregunta él,
-
Sí señor.
Ángel sale casi corriendo y le dice…
-
Negra, aquí sí.
Ambas se bajan, y Yacque ingresa por el acceso de
Emergencia. El vigilante de la puerta, seguramente acostumbrado a este tipo de
menesteres, ubicó rápidamente una silla de ruedas y ahí sentaron a dama con
problemas.
Miguel y Daniela tardaron un poco en ingresar, pues en
las adyacencias de la
Emergencia de la
Clínica había un cajero automático, y para lo que pudiera
requerirse se necesitaba efectivo. A pesar de lo solo de la zona, y los riesgos
implícitos, ambos se acercaron al cajero y retiraron efectivo. Solo hasta el
momento, en puros taxis se habían gastado cerca de 70 BsF, y sin saber que podría venir, se
necesitaba prevenir.
Mientras tanto, los dos papás estaban parados frente a
la ventanilla de la caja de la
Clínica , siendo atendidos por un cajero que parecía estar
medio dormido, por lo lento de su proceder. En “justificación” de su
somnolencia, ya eran pasadas la una de
la mañana.
Ingresan los dos hermanos de ella, y le entregan la tarjeta
de débito de su papá. Por razones no relativas a saldo, esta no pasó. Sin
embargo, la tarjeta de Yacque que era del mismo banco que la de su papá sí
pasó. Un fuerte suspiro hacia adentro, fue la respuesta de Ángel, por cabeza de
quien pasó la posibilidad de que lo único que faltaba era que tuviesen
problemas con la conexión del banco.
En ese banco, las tarjetas de crédito y las de debito
son procesadas por dependencias diferentes. De ahí posiblemente proviniese el
problema del rechazo de una y la aceptación de otra.
Cuando la gente está en situaciones de mucho estrés,
el tiempo pareciese que se alargara, así que entre el pase de una tarjeta
y la otra, la emisión de los recibos y
la factura, parece que hubiese transcurrido una hora, siendo la realidad que a
lo sumo habrán transcurrido cinco minutos.
-
Te puedes apurar… Le dice Yacque al cajero, mientras esperan la
confirmación de su tarjeta.
-
Déme un minuto Sra.
-
Negra, ve adelantándote, y yo te llevo el comprobante.
Miguel toma a su hermana, sentada en una silla de
ruedas y la lleva hasta la unidad de ecografía, en la que el doctor, ya
despierto, esperaba para atenderla.
El recibo sale, y la factura también. Toma el recibo y
sale casi corriendo a buscar la dichosa sala. En pasillo de acceso al área de ecografía
consigue al médico, a Miguel y a Yacque.
Como puede ella firma el recibo, pues no había nada
donde apoyarse y su diligente hermano sale corriendo con el mismo a buscar el
comprobante de atención, para que el médico pudiese proceder.
Al poco tiempo llega con la factura. El angustiado
papá veía pasar el tiempo en la
Sala de Espera. Yacque estaba acostada en la camilla contigua
al equipo y el médico ya movía el sensor.
El sensor utilizado en las ecografías pélvicas parece
un pene, y el mismo estaba inserto en la vagina de Yacque. El resultado del examen
era que no se veía nada irregular, por lo que el médico pregunta si desean que
le hagan un ecograma obstétrico.
-
Claro que sí Dr.
Considerando que no se había emitido ningún informe,
ambos asumieron que no implicaría un costo adicional.
El médico retira el protector en forma de preservativo
del sensor, limpia el mismo y lo coloca en el espacio reservado en el complejo
equipo para su almacenamiento. Toma el otro sensor, distribuye gel en la región
del vientre de Yacque y comienza con el sensor a esparcir el gel.
Las imágenes de Benjamín comienzan a verse en la
pantalla del equipo. Para Ángel que no sabe nada de eso, todo se ve bien. El
médico ubica los contornos del bebé y comienza a anotar datos… circunferencia
craneal, tanto, fémur, tanto, circunferencia abdominal, tanto, tal cosa, tanto…
Pero no termina de decir lo que ambos quieren saber… ritmo cardiaco, tanto.
De repente, en medio de tantos botones e imágenes, de
las cuales pudieron ambos identificar la cabecita del bebé, sus piernitas y
bracitos, el doctor enfoca con el equipo un área, y una grafica con el sonido
más bello que pudiesen escuchar los dos angustiados papás. Este inunda la sala
de ecografía…
-
Tum, tum, tum, tum, tum… muy rápido - Primera vez que ambos escuchaban
su corazoncito.
-
Ritmo cardiaco 160… Todo parece normal, incluso, el conducto vaginal
esta cerrado y no se aprecian desprendimientos – dice el médico….
-
Vístase señora y espérenme afuera, mientras proceso el informe.
Ella se baja de la camilla con ayuda de él, quien la
asiste en colocarse sus sandalias. Se dirige al pequeño baño ubicado en la sala
de ecografía, se viste y salen caminando, pausadamente, y con el sonido del corazoncito
de Benjamin en mente, ligeramente menos preocupados…
-
Está vivo, esta vivo - piensa él.
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