Los días en lo que implica participación en eventos
políticos han estado flojos. Mi compromiso fue que si se dejaban de mover los
talleres y caía la asistencia de manera recurrente los sábados (como en
realidad estaba sucediendo), los talleres regulares ONE sabatinos llegaban
hasta el 31 de agosto. En varias oportunidades me insistieron en que dejara los
talleres de esos días, pues la poca afluencia de personas no justificaba ni el
costo ni el esfuerzo. Viendo lo evidente, puse una fecha - pensaba Ángel en
medio de su atareada gestión hogareña.
Ese lunes, sin embargo estaba estimada una reunión con
sus compañeros de lucha, y como todos los terceros lunes, debía asistir a
Tenida en la Logia. Sus
obligaciones como Masón las había descuidado, tanto que su asistencia en el
transcurso del año a tenidas regulares y extraordinarias había sido casi
insignificante.
Para ese lunes, la invitación se la había hecho un
amigo, hermano masón y compañero de lucha. El debía presentar un trabajo, y lo
invitó para que pudiera estar presente.
Con respecto a la otra reunión, había sido convocada
para atender los preparativos de un viaje que dos miembros de la ONG debían hacer en Noviembre
de ese mismo año a Washington. La propuesta significaba una estupenda
oportunidad política para la ONG ,
y las dos representantes designadas estaban a la altura del compromiso.
A eso de las 16:00, Yacque comenzó a sangrar de manera
muy pronunciada y se quejó, pues sentía raro al bebé en su vientre. El trato de
postergar la visita al médico, diciéndole que si seguía con problemas, mañana
la llevaría al Hospital. La condición física de la bella morena se deterioró
tan rápido, que obligó a los dos a salir para hacerle a ella un ecograma,
examen sin cuyos resultados no la recibirían en el Hospital. Llamaron por
teléfono a la Clínica
cerca de la casa, para ver si la ecografista podía atenderlos. La respuesta
afirmativa hizo que los cuatro se alistaran.
Salieron de la casa, luego de enviar algunos mensajes
y llamar a la hermana de ella, para ver si podía quedarse con los niños, pues
la ida al hospital era casi segura.
Cruzaron la congestionada avenida, se anotaron en
lista, el pago y se sentaron a esperar. El estaba muy inquieto y no quiso estar
en la pequeña sala de espera del área de ecografía.
A pesar de su condición, evidentemente especial, la
secretaria de la ecografista no dio importancia, por lo que la espera se hizo
innecesariamente larga. Los dos niños la acompañaban, mientras el angustiado
Ángel caminaba, se sentaba, volvía a caminar y a sentarse.
En medio de la espera, con los dos niños presentes,
ella sintió que rompía fuentes, lo que hizo que su angustia se fuese a los
cielos. El tomó su teléfono y llamó de nuevo a su tía Elena, que ya estaba en
cuenta sobre la situación, para decirle que le iba a llevar a los niños. Ya la
ida al hospital era obligada.
Salio con sus dos niños, no sin antes darle un beso y
pedirle que se tranquilizara. Caminó las cuadras que lo separaban de la casa de
su tía, dejó a los niños, converso e informó a su tía y tomo camino de nuevo al
sitio donde ella esperaba ser atendida.
Llegó, y dos buenas samaritanas que dieron animo y
compañía a Yacque le informaron, al igual que la fría secretaria, que ella
estaba siendo atendida. Él se negó a ingresar, y esperó impacientemente afuera.
Pasados menos de cinco minutos, una sollozante
Yacquelina salía por la puerta, y la información que ya el presuponía, lo dejó
más inquieto y angustiado todavía.
-
Perdí casi todo el líquido amniótico. Pero el sigue allí. La doctora
dice que el cuello está alto y cerrado.
-
¿Y eso es bueno? – preguntó el confundido Padre.
Un gesto de ella, cuya cara era un triste poema,
indicó que “ella tampoco sabia”.
Esperaron que les entregaran el informe, y ambos
salieron caminando con su angustia a cuestas. Ella se sentó en un taxi y él
atravesó la calle, ingresó a la casa, retiró un bolso previamente preparado,
regreso a donde ella se encontraba y dentro de un taxi partieron de nuevo al
Hospital.
Al llegar, en la entrada el buscó apoyo de un
enfermero, que amablemente la llevó en silla de ruedas. El como siempre quedó
esperando afuera, en las adyacencias del área de maternidad. La dama encargada
de la seguridad le solicitó que esperase abajo.
Bajó con el bolso acuesta, y sacó de este un libro,
con el cual se distraería por un rato. Casualidad de la vida, el libro que él
cargaba encima era el comprado el mismo día que se presentaron los primeros
inconvenientes con el embarazo.
EL libro en cuestión, a la hora de acomodar las cosas
estaba colocado sobre la cama del cuarto de atrás, el que él eligió como
estudio, “Assassini”, un grueso libro con una temática absorbente, algo
evidentemente necesario para distraerse durante la indeterminada espera.
Abrió el libro, ya siendo las 19:00 y se percató que
en la carátula estaba escrita con su letra la fecha de la compra… 11 de agosto
de 2009, el día que todo comenzó. La fecha y la “casualidad” lo pusieron en
alerta.
Comenzó a leer, esperando noticias de sus dos amores,
y el libro lo engancho, llevándolo por instantes a un sitio donde se pudo
aislar de su preocupación.
Un rato luego, Yacque se asomó desde el primer piso y
lo llamó…
-
Ángel, Ángel.
-
Ya voy cielo.
Marcó la página, tomó el bolso y subió por el
ascensor, ya que a esa hora las escaleras por seguridad estaban cerradas.
Al llegar a su lado, ella le dijo que la iban a dejar,
que según el informe el bebé había perdido todo el líquido. La razón, su cuerpo
había intentado abortar a su bebe. Los médicos auscultaron, tomaron su pulso y
el sigue vivo, pero tengo que quedarme, para que me controlen, a ver si el bebé
se salva.
La sombra de la tristeza inundó los ojos de Ángel. La
abrazó, la besó y con tono lánguido le dijo.
-
Que sea lo que Dios quiera.
Se miraron consolándose tan solo con ello, con las
miradas, y el le pasó el bolso. Ella ingresó y el esperó un rato, por si acaso
ella necesitase algo, luego del cual se retiró a su casa.
Al llegar su cuñada estaba esperando ya con los niños,
a los que fue a retirar una vez pudo acercarse a la casa. Le dijo lo poco que
sabia, hizo algunas llamadas y envió algunos mensajes. Los niños se fueron a
dormir, al igual que su cuñada. Él se quedó un rato deambulando en medio de su
soledad, acompañada por su tristeza. Vio algo de televisión, intentó leer y
escribir, no pudo nada.
Tomó su teléfono y la llamó, buscando consuelo en su
voz. Ambos se consolaron con solo escucharse. Hablaron poco, todo seguía igual,
y no sabían por cuanto tiempo podría ser. Todo estaba puesto en las manos de
Dios, Él decidiría, aunque Ángel sobre todo no estuviese de acuerdo.
La fe de ella era inquebrantable. Dios decidirá, la Virgen nos acompaña.
La fe de él, quebrantada por tanta prueba solo se
aferraba a la esperanza de un destino incierto en el que casi nada dependía de
él. Las cartas estaban echadas y el no tenía como jugar, no tenía como apostar,
aunque si mucho que perder.
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