lunes, 7 de enero de 2013

18 de septiembre de 2009 (viernes).



Siendo cerca de las siete de la mañana, Ángel recibe un mensaje de Yacque en el que le indica que posiblemente le den de alta en el transcurso de la mañana. Él arregla todo, y se prepara para salir. La alta la determinará el resultado del ecograma, si todo sigue igual, la dejan ir a su casa.

Los médicos del hospital y el personal de mantenimiento, requerían desalojar el área, pues la misma debía ser pintada. Todas las pacientes que pudiesen ser dadas de alta, debían ser dadas de alta, las demás debían ser reubicadas en otras dependencias del mismo Hospital.



El ecograma indicó que la condición de Benjamín era la misma, “cero liquido – 158 pulsaciones por minuto – condición física estable”. Así que siendo cerca de las doce del mediodía, Ángel, Yacquelina e Isabel, la mamá de YAcquelina salieron del hospital, esperanzados con que el reposo en su casa, el agua de coco, y mucho cariño pudiesen hacer el milagro.


Al llegar a la casa, los esperaban sus cinco hermanos. Ronald, el esposo de una de sus hermanas llegó de su trabajo pasadas las tres. Todo era alegría y esperanzas. La pregunta era “¿Qué vamos a almorzar?”, así que Ronald y Ángel salieron a buscar un pollo y algunas cosas más, para hacer arroz con pollo de almuerzo, y algunas cositas para merendar.

No habían recorrido dos cuadras, cuando Ángel recibió una triste llamada.

-          Ángel, regrésate que Yacque está botando el cordón umbilical.
-          Coño de la madre. Compadre, vámonos para la casa, que Yacque está botando el cordón umbilical.

Sin muchas palabras y a un paso rápido, los dos llegaron a la casa. Yacque era un mar de lágrimas, y la alegria y esperanzas que se respiraban se esfumaron.

-          Como es eso que está botando el cordón umbilical – preguntó Ángel.
-          El cordón umbilical le sale por la vagina – le dijo su suegra – Fue al baño, y cuando nos percatamos estaba llorando y diciendo que tenía el cordón saliendo por la vagina.
-          Bueno, vamos al hospital de nuevo.

Sin esperanzas, sin palabras y sin aliento, Yacque, Ángel e Isabel, la suegra, salieron en taxí al hospital. Durante todo el trayecto ella lloró y su mamá intentó consolarla. El papá iba callado, sin mencionar palabra alguna.

Llegaron, y ambas damas ingresaron al área de maternidad. Él se quedó afuera esperando. Fue a la máquina de refrescos, insertó 4 bolívares en ella y seleccionó una Coca~Cola. Buscó sentarse y abrió el libro que cargaba para arriba y abajo, en la página marcada. No leyó nada por un buen rató, hasta que se percató que la espera sería larga, y que lo peor era permitir que el tiempo consumido lo consumiera a él.



Por costumbre Ángel, ante las esperas, en colas, o por cualquier razón, siempre andaba con un libro que le permitiera llevar en armonía ese tiempo a perder, sin el perder su escasa paciencia.



La suegra salio, y se sentó a su lado. No hablaron. Las palabras estaban de más. Transcurridos algunos minutos, un médico obstetra preguntó por los familiares de Yacquelina.

Ambos se acercaron.

-          Miren, Yacquelina esta abortando. Lo más probable es que el feto ya esté muerto, pues al estar mordido el cordón umbilical, el deja de recibir insumos. Solo nos queda esperar que ella lo bote, eso puede tardar. Ella esta calmada, la tenemos en una camilla, esperando que bote al feto. No le podemos suministrar nada. Solo nos queda esperar. Cualquier cosa, les avisamos.
-          Gracias doctor – le dijo en tomo melancólico el papá de Benjamín.

Ambos, tragando amargo se sentaron.

Muchas llamadas se recibieron, a muchos llamó Ángel. La espera fue frustrante. Sin esperanzas, sin nada que los animara. Solo sentados, tomando un refresco de cuando en vez y leyendo algunas líneas, el tiempo transcurrió lento e inclemente.



Aproximadamente a las diez y treinta, una doctora de tez blanca y baja de estatura, de pelo negro, salió e informó que ya Yacquelina había expulsado el feto.

-          Ella pidió ver al feto y se lo mostramos. Está muy triste, pero calmada. Estamos esperando que bote la placenta – y luego de una espera estudiada le pregunto al papá – Sr. quiere verlo.
-          Por favor.

La doctora entro, y salio a los pocos segundos. Tanto Ángel como su suegra estaban sentados. EL miraba al piso sin ver nada, ella miraba a lo lejos, sin ver nada.

-          Señor – dijo en tono audible la galena.

Ambos se acercaron. La misma doctora sostenía en brazos, colocado sobre un folio de papel bond blanco el cuerpito de Benjamín, un bebé de 18 semanas, 23 centimetros, contextura física normal. La cabecita del bebé era grande. Sus manitos, bracitos, piernitas, piecitos, todo se veía bien formado…

A él le llamó profundamente la atención las manitos del bebé. Benjamín estaba colocado en posición fetal, apoyado de su lado derecho. Tanto su brazo como su pierna izquierda reposaban sobre sus extremidades derechas. Sus ojitos parecían dos pequeñas metricas.

Ninguno de los dos tuvo valor para tocarlo. Él solo atinó a entregar un viejo y sucio pañuelo…

-          Por favor, cúbralo con esto, no lo deje en ese papel.
-          No se preocupe señor. Lo coloqué sobre este papel para mostrarselo, pero al feto nosotros lo colocamos en un envase. Otra cosa, como no sabemos las razones del aborto, le recomendamos a su esposa que lo mejor era hacerle un análisis patológico.
-          ¿Qué dijo ella?.
-          Que sí.
-          Bueno. Si ella está de acuerdo, yo estoy de acuerdo. Háganle el examen.

Luego de ver al bebé, Isabel rompió a llorar. Ángel tuvo que contenerse para no hacer lo mismo. Sin embargo, un fuerte nudo vino a aferrarse en su garganta, impidiendole hablar. En esa situación estuvieron por una rato.

Una hora después, la misma doctora salio diciendo a los destrozados familiares de la triste parturiente que ya ella había expulsado la placenta.

-          Ya expulsó la placenta, le hicimos una limpieza superficial, y para mañana a primera hora estamos planificando el curetaje.
-          Gracias doctora, gracias – le dijo afligido el destrozado padre - ¿Cómo está ella?.
-          Igual, está muy triste, pero calmada en medio de todo. Se queja de dolor.
-          Puedo verla.
-          Déjeme ver.

La galena entró y salió, indicando que podían pasar, pero con discreción, pues había otras pacientes en el área de atención obstétrica.

Ambos entraron sin hacer ruido. Ella estaba acostada y ausente de su entorno. Al acercarse él, ella regresó del sitio donde sus pensamientos la tenían y ambos se abrazaron.

-          Lo viste, lo viste.
-          Sí lo vi.
-          Verdad que era lindo.
-          Sí lo era.

Se abrazaron, y lloraron en silencio por la perdida. La madre angustiada solo atinaba a tomar de la mano a su hija, que no conseguía consuelo.

El breve instante duró una eternidad. Ángel conciente que no podía abusar de la hospitalidad mostrada por los galenos, se despidió de ella con otro beso.

-          El decidió no venir negra. Qué más podemos hacer. Se hizo lo que Dios quiso.

Ella lo miro, y ambos se despidieron con otro beso.



Tanto Ángel como su suegra salieron del área de maternidad. Él pidio un taxi. Indicó al conductor que irian a dos direcciones. Dio la dirección de la casa de su suegra y llamó para allá para decir que iban en camino. Las preguntas de rigor en momentos como eso, implicaron las respuestas de rigor.

Dejó a su suegra en su casa y tomó rumbo a la suya. Llegó, habló con su cuñada, comentó lo sucedido, e igual que en otras oportunidades, se sentó a ver televisión sin ver nada, hasta que el agotamiento lo derrumbó. En ese ínterin, la llamó varias veces. 

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