Suena el teléfono temprano en la mañana. Es ella. Él
todavía dormía, así que el sonido del infernal aparato lo despertó.
-
Dime amor.
-
Me entregaron a Benjamín en un envase.
-
Como que te entregaron a Benjamín. No lo iban a llevar a Anatomía Patológica.
-
Me lo entregaron, lo tengo conmigo.
El se levanta, se viste y se prepara para salir. Avisa
a su cuñada, les da un beso a sus hijos y corre al hospital. Toma para ello un
carrito de la Limpia ,
y camina el largo trecho entre la parada de los carritos y el Hospital.
Al llegar, consigue a Yacquelina, sola en la inmensa
sala de maternidad, en la que ya algunos obreros laboraban. Su tristeza se percibía
por la mirada.
-
Ahí está Benjamín.
En un envase de plástico para productos de limpieza,
al que le “hicieron una incisión longitudinal”, depositaron al pequeño
Benjamín, al que cubrieron con formol.
-
Por qué te lo entregaron a ti.
-
Porque Anatomía Patológica no trabaja de noche ni los fines de semana.
-
Que buena idea, una mujer recién parida a la que le entregan el cuerpo
de su hijo en un envase de plástico.
Dado lo duro del momento, ella estaba ausente. Espero
que él llegara y le entrego el cuerpo de su hijo, en el “improvisado”
contenedor.
Luego de la molestia producida por la evidente
insensibilidad, el se hizo cargo del cuerpito. Además, le entregaron un pequeño
envase contentivo de material biológico al que había que hacerle una biopsia.
Ambos envese debían ser entregados en lunes, en
Anatomía Patológica, después de las 10 de la mañana.
Como si fuera poco, el curetaje de ella estaba
estimado para primera hora de la mañana, así que a Ángel le toco cuidar del
cuerpito de su hijo, depositado en ese innoble envase, y estar pendiente de su
esposa, pronta a ser operada.
Debido al cálido sentido humano de ella, y a lo
educado de él, la portera no tuvo inconveniente en permitirle la estancia en el
área de maternidad a Ángel.
La espera se hizo pesada. Ella ingresó a pabellón poco
menos de una hora después que el llegó. El esperó todo ese tiempo, sentado
leyendo el libro que compró aquel 11 de agosto, con Benjamin acompañándolo en
cuerpo y alma (por separado).
Una hora luego del inicio de la operación, una doctora
salió para indicar a Ángel que todo había salido bien. Le informaron que debido
a la condición de ella, su alta estaba estimada para el lunes, si toda marchaba
con normalidad.
El espero. Durante el transcurso de la mañana, la
señora Isabel, su suegra llegó y lo acompaño por un buen rato. Cerca de la hora
del mediodía, ella se retiró con el objeto de ir a preparar el almuerzo,
incluido el de ellos dos. De nuevo estaban solos él, Benjamín y el libro.
La recuperación post-operatoria de Yacque fue buena,
por lo que al pasar el efecto de la anestesia, le permitieron verla y hablar
con ella. Al estar en remodelación el área de maternidad, la opción era
transferir a Yacque al ala de cuartos de hospitalización. El la acompaño hasta
bien entrada la tarde. Su mamá envió a una de sus hermanas con el almuerzo de
ambos. El comió por no despreciar el detalle de su suegra, y guardó el almuerzo
de ella.
Antes de retirarse, se lo entregó.
Durante todo ese tiempo, Benjamín siempre estuvo cerca
de su padre. Para donde él iba, lo llevaba.
La hermana de Ángel, que estaba en Aruba disfrutando
de unas merecidas vacaciones, dada la difícil situación, decidió suspender las
mismas. Ese sábado debía llegar a Maracaibo.
Ella llegó a Maracaibo, en el primer vuelo
internacional del sábado. Su carro estaba estacionado en el aeropuerto, donde
lo dejó el papá de ambos, antes de partir de viaje. Cuando ella llegó, ya él
estaba en el hospital.
Los padres de Ángel estaban de viaje por los Estados
Unidos. Diez días de paseo pagado por uno de los hermanos de Ángel… New York,
Bostón, NIagara Falls, Washington. Estaban en cuenta de los acontecimientos,
pero su retorno no era factible. Los costos asociados eran inadmisibles.
Ella llegó y en conjunto con Daniela, se hicieron
cargo de los niños.
Entrada la tarde, ella tomó a los dos niños, luego de
hablar con su hermano. Lo fue a buscar al hospital. Eran cerca de las 4 de la
tarde, y ya la visita había concluido. Nada se podía hacer allí. El se despidió
con un beso y un abrazo de su esposa, que estaba todavía en el área de
post-operación. La debían pasar en el transcurso de la tarde al área de hospitalización.
Todas sus cosas estaban recogidas.
Ángel tomó el envase que contenía a Benjamin, que en
conjunto con la biopsia estaba metidos en una bolsa.
Al ver llegar a su hermana, se acercó al carro. La
saludó a ella y a sus hijos. Ella sabía que él tenía por compañero a su pequeñín,
sus hermanos no sabían nada.
La curiosidad innata de Alejandro hizo que no bien su
padre colocara la bolsa en medio de sus piernas, él le preguntara.
-
Papi, que llevas en la bolsa.
-
Algo que tengo que guardar campeón.
-
Pero que eso.
-
Algo.
Alejandra miró a su hermano de reojo y arrancó en el
carro, con rumbo a la casa. El casi no habló.
Al llegar a su casa, el se bajo, procurando acomodar
la bolsa de manera que no se voltease, abrió el portón, dejó pasar al carro, un
Optra plateado y cerró el portón. Se acercó al carro, retiró la bolsa, en medio
de la mirada cargada de asombro de su hermana y la curiosidad de sus hijos e
ingresó a su casa. Al hacerlo, en tono bajo pero perfectamente audible, dijo.
-
Me gustaría estar solo unos minutos, por favor.
Durante el trayecto desde el hospital a su casa, Ángel
solo pensaba en que sitio podría poner el cuerpito de su hijo, en el que nadie
lo tocara o curioseara.
Al llegar, entró al mismo cuarto en donde tomó el
dichoso libro. Cerró la puerta con llave, cosa que no es extraña, pues el baño
del último cuarto es el que él usa a diario. Se dirigió al closet. Colocó en
sitio seguro la bolsa, y comenzó a acomodar cajas, envases y bolsos. Una vez
acomodados algunos y retirados otros, sacó una vieja cava de plástico Coleman
Polylite40, de color azul.
La abrió y verifico que estaba limpia. Tomó la
improvisada urna de su hijo y la colocó con dulce cuidado dentro de la cava. Probó
si cerraba. Todo bien. Abrió la cava, y antes de acomodar de nuevo el envase en
la provisional tumba, observó el envase, en el que se podía observar con
claridad una de las manitos, perfectamente formadas de Benjamin. Sus deditos
largos y delgados, sus nudillos, todo perfectamente normal. Lo miró, y la
tristeza lo invadió.
Puso suavemente su cabeza pegada al envase y sollozo.
Con cuidado, lo acomodó de nuevo en la tumba provisional, sin cerrarla. Fue
hasta el baño y tomó un pequeño crucifijo como de quince centímetros, y lo
colocó frente a la tumba de su hijo. La cerró con todo el dolor de su alma, y
dejó que algunas lágrimas fluyeran con un llanto contenido.
La tristeza que lo invadió en ese momento fue inmensa.
Sabiendo que lo esperaban afuera, secó sus lágrimas y rezó por su hijo muerto.
Luego fue hasta el baño, a unos pasos, se enjuagó la cara y respiró profundo,
buscando serenarse.
Uno de los amargos tragos, envuelto en un ritual de
despedida improvisado había pasado.
Salió del cuarto. Su hermana lo esperaba.
-
Todo bien Ángel.
-
Digamos que sí.
Entrada la noche, Ángel buscó una vela, la encendió y
la colocó frente a la tumba provisional de Benjamín. De nuevo rezo por el
descanso eterno de su hijo. La tristeza inundaba cada célula de su ser.
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