lunes, 7 de enero de 2013

20 de Noviembre de 2009 (viernes).



Yacque llora afligida por la reciente perdida, mientras su rostro compungido y lleno de lagrimas se apoya en el hombro de Ángel, que trata con palabras de regalar consuelo ante el dolor que los carcome por dentro.

Ambos lloran, ella lo deja ver. El llora por dentro. Es una característica de ambos. Ella deja ver sus sentimientos, los expresa abiertamente, el los guarda y de ser necesario los transforma en otra cosa.

El tiempo transcurrido carece de importancia. El trata de regalarle consuelo, sin tenerlo, y ella solo deja aflorar un poco de su tristeza.

Ángel, toma la vieja casetera y extrae un ejemplar de “Hootie and de Blowfish”, en el que una de las canciones se llama “Let her crie”. Luego de escuchar las canciones precedentes, él, que se sabe la secuencia melódica de memoria le dice, mirándola a los ojos:

-          Te dedico esta canción…  déjala llorar.

Y tarareando la misma, la abrazó con mucho amor.

-          ¿Por qué?, ¿por qué nos tuvo que pasar esto?, ¿por qué a nosotros?, ¿por qué mi bebé?.
-          Negra, el luchó por venir, pero prefirió no llegar. Se quedó allá con Dios cuidando a su papi y a su mami – que bastante lo necesitan (sobre todo yo), pensó Ángel.

Y con la mención de la frase “prefirió no llegar”, ella dio rienda suelta a su dolor, dejando que sollozos y lagrimas corrieran en libertar, con el inmenso dolor que la agobiaba.



Meses antes, luego de complicaciones, ella perdió al bebé que estaban esperando. Yacque afirmaba que era niña, “que ella así lo sentía”. Ángel afirmaba que era varón. El nombre, en caso de ser varón, que ambos acordaron para su tercer hijo era “Benjamín”.



El viejo cassette terminó de reproducirse en el también viejo reproductor, y ella seguía llorando. El la abrazaba y la besaba con suavidad, diciendo palabras de consuelo a su oído, con  ternura.

Un rato no muy largo, en ese tiempo sin tiempo que vivimos cuando sufrimos, ella terminó por calmarse, y él, con sus ojos bañados en lágrimas la miro. Su sufrimiento hizo que sus ojos comenzaran a llorar, pero su tono de voz no se quebró, y sus abrazos no cedieron. Ella sufría por la perdida que ambos tuvieron. Ella lo llevó en su vientre por dieciocho semanas.



Él supo que la había dejado embarazada de un nuevo hijo en el mismo momento que lo sembró en su vientre. Sin dogmas de fe por lo cuales inmolarse, y sin hacer de la fe un asunto fanático-religioso, ambos comparten la creencia que cada vida es una Bendición. No importa las condiciones que rodeen a la pareja, Dios permite que una vida ilumine un hogar, en el momento que Él lo considera oportuno, así que siendo una decisión Divina, la misma solo puede considerarse como tal, una Bendición. Allá los que tristemente lo consideren solo una vulgar decisión humana.

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